Estoy impresionada. Estuve leyendo que hay proyectos que analizan cómo se leerá la información del futuro, no sólo en qué medios, ni en qué soportes, ni en qué dispositivos, si no cómo se leerá también.

Es decir, hay gente que está pendiente de mi, de Adelaida, única y particular y que será capaz de decir, decidir, predecir, lo que entenderé de un texto que pueda leer aunque aún no lo haya leído.

Como comenté con anterioridad, cuando ya había comenzado a admitir o a darme cuenta que ninguno de mis actos podían significar algo para alguien, que había dejado de lado el ridículo sentido de lo trascendental, me vengo a enterar que el hecho de haber comentado sobre eso y otras cosas en Internet, ha provocado una erupción evolutiva en la palabra escrita.

Si es una exageración no lo sé, pero dicen que ese proyecto surgió debido al cimbronazo que sufre la palabra escrita, cuando se ofrece diversidad de medios de escritura a gente como yo, a gente como usted, el que lee, o vos, o el niño, incluso al que no lee, que escucha lo que dice alguien que lee o que a su vez escucha, la fuerza informativa de la Internet ha encontrarlo una fisura en el cuarto poder, la prensa escrita.

Ya sé que muchos dicen que la defunción del papel se vaticina desde hace años y que el libro sigue existiendo, no creo que haya gente que insista con preferir la pantalla al cálido papel, pero en lo personal, no dejo de pensar que en algún momento lo que nos superará serán los recursos del planeta, con la tala de árboles, en algún momento se llegará al límite posible en que el planeta comience a necesitar más oxígeno de lo que los exhaustos árboles entregan actualmente.

No parece que podamos ponernos de acuerdo en cuál es ese límite; cada país, mira al vecino con cara de: a vos te corresponde dejar de talar árboles, yo aún no cubrí mi cupo.

De manera que no sé cómo va a llegar la advertencia, pero va a llegar, pronto se estará comprando oxígeno en vez de libros.

Hay un factor que parece indicar que los medios digitales serán bien acogidos o ya lo son: la inmediatez de la noticia, la renovación constante.

Pero por contrapartida, el asunto tiene su desequilibrio: no hay tiempo para leer las novedades.

Lo que llama la atención es que lo que se consume, ya sea con los medios adecuados o no, computadoras, celulares, etc, no tienen en cuenta el contenido que se consume.

Se conjetura que será abundante, abrumador y de cualquier origen, como por ejemplo la columna de la abuela Adelaida.

Quién iba a sospechar que Adelaida iba a preocupar a los redactores con sus opiniones, me causa gracia; debido a alguien como yo, hay genios intentando generar algo que  infiera sobre mis tendencias, mis temas y demás cosas, para clasificar lo que genero como información, para analizar al que la lee y para saber qué le ofrecerá en el futuro a ese lector.

Adelaida estás en el proceso de cambio del mundo, me dije, y con los problemas de identidad, tanto podía ser una periodista, como una teóloga, o sólo la abuela que soy.

Soy un componente, de un modelo de estudio con el que se intenta generar una hipótesis de lector futuro. El equipo de Investigación y Desarrollo de The New York Times tiembla.

¡Fa!, qué definición. Por supuesto la leí en alguna parte.

Niño, a las palabras hay que aprenderlas todas las que se puedan, quién sabe dónde las leeremos, le dije al niño cuando me preguntó para qué hay tantas palabras.

Claro que no contesté, sólo evadí la cuestión; niño, le dije, lo que podemos hacer, ya que es tan difícil recordar tantas palabras es pensar cuáles son muy importantes de las que no conocemos y tratar de recordar esas.

Propuse buscar una por día, y repetirla tratando de usarla hasta que le pareciera que podría recordarla.

Mi palabra del día fue: procrastinar, que es la acción o hábito de postergar actividades o situaciones que uno debe atender, por otras situaciones más irrelevantes y agradables, que aunque es difícil de pronunciar el niño comprendió muy bien.

Por otra parte, en una sola palabra, resumí la conclusión a la que llegarán los sesudos investigaciones sobre lo que se leerá en el futuro, sencillamente cualquier cosa que logre ejercer el verbo procrastinar.

A ver niño, repite: pro, cras, ti, nar.

Abu, qué buen nombre para la ampolla, me dijo el niño.

 

 

 

Adelaida Sharp